“Ágora FIFED”: Benigno Lacort (Smart Knowledge) y la economía del envejecimiento

 

Sumamos conocimientos e innovación para impulsar el desarrollo económico

 
Lacort, en el centro, junto al presidente de FIFED, Vicente García Gil, a su izquierda, y el resto de miembros del Patronato.

Lacort, en el centro, junto al presidente de FIFED, Vicente García Gil, a su izquierda, y el resto de miembros del Patronato.

 

 

 

 

“La demografía es inexorable. Viviremos más años, pero, ¿cómo? En Europa, la tasa de inactividad de las personas entre los 50 y 65 años es del 40,9% y va empeorando. Si los que ahora se encuentran en esa franja de edad tienen una esperanza de vida de 90 años, ¿qué harán todos aquellos que no logren un nuevo trabajo durante ese tiempo? Incluso, ¿qué harán los que sí puedan jubilarse en condiciones dignas entre los 65 y los 67 años sabiendo que les quedan 25 años por delante, pero privados de la vida activa a la que están acostumbrados? En España, la relación de los cotizantes frente a los pensionistas ha empeorado hasta situarse, con un valor de 2,3, en la ratio más baja desde 1999. Es totalmente insostenible para el sistema de pensiones y esto derivará en una precarización del modelo. ¿Qué futuro nos espera?”.

 

Benigno Lacort, formado en alta dirección, estrategia, innovación y nuevas tecnologías, lleva muchos años investigando las posibilidades que hay detrás de la economía del envejecimiento, un sector de la población nada despreciable, que en España alcanzará los 7,8 millones de personas en 2050.

 

El pasado 18 de abril, Lacort vino a nuestro “Ágora FIFED” a darnos una lección de realidad y sentido común. Y lo hizo con datos, uno detrás de otro, desde todos los frentes, que nos obligaron a abrir los ojos.

 

“Llego con muchas preguntas y ninguna respuesta”, dijo, pero en realidad desplegó toda una artillería de opciones de negocio que surgen de la aplicación de la tecnología actual en sectores como el inmobiliario, la salud, el turismo, los cuidados, el urbanismo, los seguros o el ocio.

 

La innovación inmobiliaria; el emprendimiento más allá de los 50; los resorts en zonas cálidas del país para las convalecencias posquirúrgicas; la oferta de ocio y cultura para mayores extranjeros que pasan aquí su jubilación, con servicios en "la última milla” conectados con sus familias en sus respectivos países de origen y con proveedores locales para mantener un ecosistema familiar de apoyo e informado; la asistencia en el domicilio con herramientas tecnológicas; las interfaces humanas en robots de compañía… Alguna de estas ideas ya empiezan a vislumbrarse  en algunos mercados.

 

La clave está en redefinir los servicios basándonos en la tecnología y en inventar nuevos modelos de negocio sostenidos en una nueva realidad social. Y, a ser posible, en España y con tecnología desarrollada aquí. Esto generará riqueza, productos exportables y servicios innovadores, con el consiguiente impacto en el empleo, en la recaudación de impuestos y, en consecuencia, en fortalecer nuestro sistema del bienestar.

 

Parece que nos encontramos, por tanto, ante una gran oportunidad. La creación de una “economía del envejecimiento” (una senior economy) no solo incrementa el PIB y reduce el paro, sino que disminuye la dependencia de los seniors del sistema público, aliviando la presión sobre las pensiones.

 

“Hacer nuevas cosas con la tecnología actual es muy importante. Pero, incluso, lo es más inventar nuevas costumbres sociales, nuevas formas de comportamiento, que se puedan apoyar en nuevas tecnologías”. Hoy por hoy, encontramos robots con forma de mascota, que reaccionan a las caricias mientras esconden un avanzado sistema de inteligencia artificial, convirtiéndolo en una gran herramienta de supervisión de mayores con alguna discapacidad. “No se trata de sustituir un cachorro de verdad, tan solo de ofrecer servicios quizá ahora insospechados, pero que salvarán vidas”, apunta Lacort.

 

El director general de Smart Knowledge y profesor de la Universidad Europea cree que debido a una cultura que fomenta el miedo a innovar y asumir riesgos, el país no logra ser tan emprendedor como debiera. Esta cultura, unida a una aún más conservadora por parte del capital, hace que haya una asimetría entre cómo de creativos nos consideramos y cómo de creativos somos realmente. Y, para complicar aún más las cosas, somos muy reactivos a la incorporación de nuevas tecnologías.

 

“Tenemos la juventud del mundo que más utiliza el teléfono móvil, pero de las que menos uso profesional les da. Las TIC no se incorporan al tejido productivo”, sostiene. “La transformación digital sigue siendo una oportunidad para nuestro país insuficientemente aprovechada”. Y es que la transformación digital no es solo avance tecnológico: implica un cambio de mentalidad, dice este cordobés, quien compartió con el auditorio sus inquietudes empresariales, movidas por una fuerte filantropía y compromiso con el desarrollo industrial del país.

 

Este experto en smart cities asegura que la economía digital no es otra cosa que la conjunción de la capacidad de negocio y la capacidad tecnológica. “Tecnología ha habido siempre, desde el descubrimiento del fuego; para mí, más revolucionario que internet”. Y sentencia: “Sin embargo, por primera vez he visto delante de nosotros un inmenso océano azul de oportunidades para la innovación. Y gran parte de estas oportunidades pasan por desarrollar una senior economy e introducir la tecnología en la vida cotidiana de este 25% de la población que nos empeñamos en apartar por una injustificada razón de edad”.